Emoción, excitación, alegría, miedo, tristeza, añoranza... un cúmulo de sentimientos que surgieron en cada uno de nosotros en algún momento durante este viaje.
Todo empezó el año pasado, cuando vimos aquellos carteles colgados en las paredes del instituto, anunciando las pruebas para participar en el proyecto Comenius. Al principio, no sabíamos dónde iríamos pero ya nos habían hablado de este proyecto. Los alumnos que participaron el año anterior nos contaron todas sus experiencias, tanto con el idioma, como con todos los compañeros que conocieron y cada una de los momentos que vivieron. Esta fue la razón por la que la mayoría decidimos apuntarnos al casting.
Llegaron los días de las pruebas y los nervios también. Varios días después anunciaron los alumnos escogidos para Comenius y así pudimos saber si iríamos o no. Nos dijeron que el destino de este viaje sería Polonia.
Pronto llegaron las reuniones, donde nos informaron sobre el proyecto Comenius y sobre nuestra estancia en Polonia. También nos dijeron que no íbamos así sin más, sino que había que preparar unas representaciones y una serie de trabajos.
Poco a poco fuimos planeándolo todo, quedando todos los viernes por la tarde y también incluso en los recreos. Al principio de los ensayos era todo un desastre pero poco a poco la cosa iba mejorando.
Al fin lo teníamos todo preparado: trabajos, representación, etc. Todo gracias a los profesores que participaron, que pusieron mucho de su parte y nos ayudaron en todo lo que pudieron.
Llegaron los días de las representaciones en el instituto para que alumnos y profesores pudiesen ver lo que haríamos en Polonia. La primera vez que tuvimos que representarlo estábamos muy nerviosos, pero vimos que nos salió genial y que en general, gustó muchísimo; eso nos ayudó a relajarnos.
Sábado 26 de febrero. Al fin llegó el día, salimos por la tarde, a eso de las tres y media.
Nos encontramos en los aparcamientos del instituto, junto a nuestros padres y todas esas maletas pesadas que llevaríamos. Todos teníamos una sonrisa de oreja a oreja y seguíamos sin creérnoslo.
Llegamos al aeropuerto y allí eran todo tonterías y bromas. Aquí empezó nuestra aventura.
Llegamos a Berlín y tocaba bajar del avión. Estábamos muy contentos y esperando mucho frío. Bajamos y sí que hacía frío, pero la verdad es que esperábamos aún más. Lo poco que vimos de la ciudad aquella noche nos gustó bastante y sabíamos que al día siguiente la visitaríamos con detenimiento.
Domingo 27 de febrero-martes 2 de marzo: Berlín era precioso y maravilloso. Grandes edificios, mucho lujo, comercio… había de todo lo que puedes imaginar.
Nos recorrimos toda la ciudad en esos tres días y fue fabuloso: la Puerta de Brandenburgo, el Paseo Unten den Linden, el Monumento al Holocausto, el Parlamento, la Isla de los Museos, la Plaza de Postdam, la Friedrichstrasse, el Gendarmenmarkt, la Plaza de París, la catedral de Berlín, el Check-point Charlie, la Columna de la Victoria, la Alexanderplatz...
Un día pasábamos por un puente, en la Isla de los Museos, donde había un señor tocando un instrumento. Era la canción del “Aserejé” y nosotros nos pusimos a cantarla y a bailarla mientras nos grababan. Obviamente, todos nos miraban riéndose. También se nos ocurrió tumbarnos en el césped frente al Parlamento y hacer “la gamba”. Y, por supuesto, grabamos a los demás españoles que nos encontrábamos por Berlín (eran bastantes) y haciendo una especie de “callejeros viajeros”. En fin, una y mil locuras.
Martes 2 de marzo: Llegó el día de ir hacia Polonia. Nos dio muchísima pena dejar Berlín.
Fuimos hasta el aeropuerto, donde recogeríamos a los noruegos para ir con ellos en el bus hacia Polonia. La primera vez que los vimos nos dio mucha alegría y fuimos corriendo hacia ellos. Al principio solo nos saludamos y apenas hablamos pero una vez en el autobús, empezaron las conversaciones.
Llegamos a Krzyzowa, el lugar donde nos quedábamos. Era precioso, grandísimo. Eran como varios edificios alrededor de un enorme césped.
Conocimos a todos los demás, fuimos a cenar y a continuación nos hicieron una presentación.
Durante la semana en Polonia realizamos excursiones y actividades para lo que nos organizaron en grupos con integrantes de todos los países.
Visitamos Krzyzowa y la iglesia de la Paz, Kepno, donde el centro organizó un gran recibimiento con música y las autoridades locales, el campo de concentración de Gross-Rosen, Varsovia y por su puesto también el instituto donde al igual que en Kepno se volcaron con nosotros, las autoridades locales nos dieron la bienvenida y los alumnos realizaron actuaciones y además fuimos a la ópera a ver Juana de Arco, toda una experiencia.
Todas las ciudades eran diferentes pero muy bonitas y todos los ríos tenían el agua congelada.
Nunca nos nevó pero cada mañana, cuando nos despertábamos, el césped amanecía blanco.
Cuando íbamos de excursión con nuestros grupos, realizábamos gymkhanas por la ciudad y luego tuvimos que hacer unos trabajos para exponer a los compañeros las visitas que habíamos realizado.
Cada noche un país representaba un baile que tenían preparado y después nos lo enseñaban a los demás. Nos los pasamos genial bailando todos juntos. Nosotros bailamos Paquito el chocolatero. Fue muy gracioso ver a todos los extranjeros bailarlo.
Llegaron los días de las representaciones y nos salió genial, tal y como esperábamos. Fue un triunfo y se habló bastante de aquello, ya que fuimos de los preferidos.
Las noches de las representaciones nos vestimos con ropa de gala y luego fuimos a la pequeña discoteca que allí había, como todas las noches. Allí poníamos música española y les enseñamos algunos bailes que bailamos aquí, como “la Macarena” o alguna que otra más.
También hubo una fiesta de disfraces donde cada uno se disfrazó con lo que tenía. Nos lo pasamos genial y después, como siempre, todos juntos nos reunimos en un pasillo de la residencia y todos cantábamos mientras uno de nosotros tocaba la guitarra. Sin duda, nos convertimos en una gran familia. Nos llevábamos genial y hacíamos un montón de cosas en grupo. Era todo un no parar de reír, incluso con la dificultad del inglés.
Llegó la última noche, el último día, la última comida todos juntos… empezaron las lágrimas. Más que nada era el saber que tantas personas como habíamos conocido no las volveríamos a ver jamás… o a casi ninguna. También era la pena de que se acabara todo aquello que preparamos durante meses. Todo acababa y sería volver a empezar la rutina del estudio y demás. Sabíamos que sería así pero no podíamos evitar que nos diese tanta pena.
Cogimos el avión para Málaga. Aquí se acabó el mejor viaje que hemos hecho.
Toda esta experiencia nos ha servido para soltarnos bastante con el idioma ya que nadie hablaba español. También aprendimos a convivir entre nosotros y a tener una mejor relación con todos.
Los doce estamos de acuerdo en que no podría haber sido mejor y que, todo lo que hicieron los profesores por nosotros, no tiene precio.
Sin duda, fue genial y es imposible quedarse con un solo recuerdo, con una sola imagen, con un solo momento…
Marina Caparrós Fernández 1ºBach.C
Artículo publicado en la revista "Aquí y Ahora" del I.E.S. María Zambrano.
jueves, 19 de mayo de 2011
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